Hace poco vi como uno de los compañeros de la empresa se despedía de nosotros sin previo aviso, y tras hablar con el jefe presentó su dimisión. Este compañero era nada más y nada menos que el jefe de planta de mi oficina, y a pesar de su carácter introvertido y reservado, nunca pesaríamos que un error podría afectarle hasta el punto de dejar su empleo.
Cabe decir que nuestra empresa no había pasado un mes muy bueno, ya que las ventas se habían reducido considerablemente y sin explicación, y además se habían ido dos de los clientes importantes que teníamos. Es decir, pasamos un mes tan catastrófico como cuando se te acaba el agua caliente y la dura realidad te arroja un chorro de agua fría directo a la cara.
La manera en la que digerimos los errores y derrotas es importante, ya que de ello podremos sacar valiosas lecciones. En el colegio no nos enseñan a fallar, intentan hacer que no fallemos y muchas madres se encargan de proteger a los hijos para que no hierren en sus acciones. Esto es totalmente contraproducente, porque del error surge la dificultad, y de la dificultad surge la virtud.
Esto se puede y se debe trasladar a las empresas, porque a pesar de que los jefes y compañeros nos digan, del fracaso se sale más fuerte y con más conocimiento. En Wall Street está la famosa historia de un inversor que entró a trabajar a una empresa y en el primer mes perdió un millón de dólares, el jefe inmediatamente lo despidió. Y posteriormente su mayor competidor lo contrató, haciéndole ganar mucho dinero gracias a las lecciones aprendidas.
Por eso en las pymes se tiene que tener una hoja de ruta para cuando existan situaciones que no estén yendo según lo previsto, ocurran imprevistos, o haya fallos en la producción o en la organización. Esto es importante ya que de la adversidad haremos virtud y estaremos listos para adaptarnos a cualquier circunstancia.
El plan de acción a adaptarse y triunfar
Existen cuatro acciones que hay que interiorizar tanto a nivel personal como empresarial. Estas acciones o principios son: origen, aceptación, cultura y aprendizaje. Estas palabras tienen un profundo propósito, y aunque en ocasiones sea difícil es necesario afrontarlas para superar las adversidades.
En primer lugar, es necesario ser consciente del origen del fallo o error que nos ha llevado a fracasar. Muchas ocasiones este fallo se suele producir por el lanzamiento de un producto o el fallo de una estrategia de venta. Esto se puede solucionar examinando qué circunstancias previstas no se han cumplido, y ver por qué no se han cumplido.
En segundo lugar, aceptar significa por dejar de luchar por lo que no se puede cambiar. Esto no significa que no se tenga que hacer nada, sino que se tiene que dejar de culparse para centrase en la solución. Para ello es necesario ser transparente y claro con uno mismo y con los demás compañeros.
En tercer lugar, se debe instaurar en una empresa una cultura que no sea severa con aquellos que fallan. El miedo a fallar tiene dos consecuencias en la empresa. Por un lado, los trabajadores irán con miedo a trabajar y no serán todo lo productivos que pueden ser. Y por otro lado se darán situaciones en las que se intenten ocultar los errores.
Por último, tiene que instaurarse una costumbre dirigida a detectar y extraer las lecciones correctas. Pero esto no se puede hacer sin fallar, el aprendizaje nos permitirá saber si hay que mejorar la planificación de las ideas, la ejecución, o controlar mejor los factores externos que nos afectan.
En el caso de nuestra empresa, descubrimos que los programas de gestión de clientes de los que disponíamos, nos hacían perder clientes porque no nos mostraban la información suficiente. Por eso decidimos cambiar al software de gestión de este programa de facturación online, Ziclope, y este mes ya hemos conseguido mejorar la facturación.
En conclusión, la empresa no tiene que ser un campo de batalla. Una cultura de compresión, adaptación y aprendizaje es la clave del éxito.