Bajo el toldo de la calidad

Desde siempre, los toldos han formado parte, a menudo con sigilo, de la vida diaria de Barcelona. En realidad, de cualquier ciudad. Los balcones, a los que el sol ha tenido siempre en su punto de mira, se han protegido siempre con estos elementos, de tal forma que, tanto los que tenían su toldo en casa, directamente, como los que no, indirectamente, viéndolos desde la calle o su ventanal, han sido testigos de la vida diaria del toldo. Pero tras todo esto reside, como no podía ser de otra forma, el trabajo –también silencioso– de las empresas de toldos en Barcelona, que ofrecen sus servicios de cara al cliente y a otras empresas para soliviantar sus necesidades con respecto a esta herramienta. Porque, en efecto, no solo los particulares son usuarios de toldos a diario. Es más, probablemente las empresas superen en número a los usuarios particulares. A bote pronto, uno recuerda las tiendas que, en la hora de la siesta, bajan su toldo para evitar el calor sofocante que el sol en pleno esplendor proporciona. O también el quiosco de prensa que, para evitar que su producto –casi todo, papel no demasiado fuerte– se empape en los días de tormenta, lluvia y temporal.

Son sólo dos ejemplos de cómo esta herramienta se convierte en un elemento primordial en determinados negocios y empresas. Podríamos hablar también de otros elementos similares, como los estores, las pérgolas (utilizadas fundamentalmente en eventos, festivales y otras fiestas o conmemoraciones) o los parasoles, pero el mensaje sería el mismo. Detrás de esta herramienta tan asimilada en nuestra sociedad, existe todo un aparataje de negocio, que comienza en las fábricas y talleres que se dedican a montar y ensamblar las telas y engranajes, y termina en las tiendas. No obstante, en muchos casos, la reducción de todo este tipo de negocios ha convertido a muchos en la misma empresa. Es decir, muchas de las marcas y firmas que se dedican a este negocio se han visto obligadas tanto a fabricar y arreglar (talleres) los toldos como a venderlos posteriormente al cliente (tienda).

En los últimos tiempos, uno de los negocios que más ha acudido a este negocio secundario ha sido el de los bares. La normativa antitabaco ha provocado que los bares y restaurantes se hayan lanzado a habilitar zonas de fumadores en sus establecimientos. Esto implica la proliferación de espacios habilitados, fundamentalmente con toldos, pérgolas y carpas, para los fumadores que prefieren tomar su caña y su tapa mientras pueden fumar un cigarrillo. A pesar de que todavía, años después de su implantación, la Ley ocasiona un buen número de multas a empresarios que no cumplen la normativa, lo cierto es que, cada vez más, los bares respetan y se adaptan a los nuevos tiempos a base de combinar estos elementos.

Siempre ocurre así, en cada negocio, pero, si el empresario necesita acondicionar algún tipo de espacio para esta actividad, o si bien necesita de la instalación de toldos o pérgolas por cualquier otra labor, la mejor solución proviene siempre de la confianza que aportan las empresas experimentadas en el sector. Son ellas las que controlan cada centímetro de tela, y cada metro del mercado; las que pueden conocer mejor qué materiales y qué tipo de instalación puede necesitar cada situación determinada. Si como empresarios, necesitamos comprar toldos en Barcelona, y la posterior instalación (o simplemente consejo tras la compra), debemos comprender que no hay mejor alternativa que acudir a un fabricante, experto y comerciante de la zona. Por eso siguen estando en pie, tras tantos años y vaivenes en el negocio; por eso sobreviven a los envites de las nuevas olas de comercios con menor especialización a menor coste. Todo tiene sus razones, y en este caso, se reducen a la calidad, tanto en el producto como en el servicio y la atención al cliente que ofertan los que más tiempo lleva en el negocio. El consejo, en la mayoría de ocasiones, implica un mayor coste, pero también una mayor garantía de éxito y un trato personalizado y exquisito al cliente. La calidad, por supuesto, también. Si queremos garantizarla, deberemos pagarla.

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