Localizaciones para cine y televisión

Resulta imposible separar a los grandes westerns del maestro John Ford de los sobrecogedores, trascendentes y eternos paisajes del Monument Valley estadounidense. Al gran cine negro sin los imponentes y opresivos muros verticales erigidos en megalópolis como Nueva York, Los Ángeles, Chicago y San Francisco. A la sobrecogedora naturaleza que simbolizaba y contribuía a realzar la épica de las aventuras filmadas por David Lean. Al terror sobrenatural, hipnótico y visceral que sugieren mansiones como la Manderley de Rebeca, el hotel Overlook de El resplandor o el Palacio de los Hornillos donde Nicole Kidman padecía frías pesadillas en Los otros.

Las localizaciones cinematográficas que ofrecen empresas como Discovery, el escenario natural o de estudio, suponen un componente imprescindible de una película o una serie de televisión. Si lo prefieren, casi un personaje más del relato –recuerden las paupérrimas callejuelas de Baltimore en The Wire o el devastado Nueva Orleans de Tremé en el caso de este último formato-.

En la narración audiovisual, el espacio se encuentra en estrecha y directa relación con el tiempo, con los personajes, con el tema argumental, con el tono del relato, con la perspectiva visual,… Está compuesto de un conjunto de elementos tales como paisajes determinados, épocas históricas, fracciones del día, estaciones anuales e incluso entornos climáticos (día, noche, primavera, verano, otoño o invierno,…), lugares concretos (hoteles, casas, mansiones, estancias específicas) y una serie de objetos en él dispuestos (mobiliario, efectos personales, imaginería de diverso orden). Además, corresponde a la cámara construir parte de esta realidad en fotogramas. La elección del encuadre, los movimientos de cámara en relación con el escenario y los personajes, la perspectiva, el uso de la profundidad de campo y hasta el fuera de campo son componentes caligráficos que escriben mensajes y sensaciones sobre ese lienzo que ofrece el espacio escénico. En conjunto, toda esta serie de factores proporcionan a la realidad fílmica de un contexto particular, por lo general identificable con espacios físicos, fantasiosos, mitológicos, etcétera.

Con la intención de detallar la relación entre el espacio escénico y el tiempo narrativo del filme o la serie, baste decir que ejercer un trabajo de transformación sobre el primero es una herramienta clave para expresar, por ejemplo, el paso de los años. Nada más sencillo que citar, pongamos por caso, la expresividad narrativa que introduciría la diferencia entre una escena y otra de mostrar una casa recién estrenada y, a continuación, esa misma casa cubierta de polvo, mugre y con las puertas desvencijadas.

A su vez, ese espacio puede constituir una unidad expresiva en sí misma, ligada a convenciones y estereotipos narrativos tales como los citados desiertos inexpugnables del cine del oeste, las turbias callejuelas del noir o los caserones góticos del género de terror. Otros casos serían las carreteras en las ‘road movies’ o el camino, expresión y metáfora de un viaje exterior e introspectivo al mismo tiempo, en el cine de aventuras. Es aquí donde las agencias de localizaciones desempeñan una labor esencial en el éxito de la obra bajo la responsabilidad del director artístico o el escenógrafo, encargados de adecuar el tono de la película con lo que en ella se cuenta.

En lo que concierne a su relación con los personajes, el espacio cinematográfico se define por la calidad de su convivencia común. Ésta provoca que el escenario pueda ser un simple marco, sin mayor objetivo que el de ambientar la acción, o que, en cambio, proporcione unos antecedentes a los protagonistas, un significado subyacente a sus actos y motivaciones u otorgue una dimensión dramática determinada al argumento. Es así que, según José Luis Sánchez Noriega –crítico de cine, articulista y profesor de Historia del Cine y del Audiovisual en el departamento de Arte Contemporáneo de la Universidad Complutense de Madrid-, la localización cumple con dos cometidos principales: como lugar de acción y como lugar de actuación.

El espacio entendido como lugar de la acción consiste en ofrecer un contexto espacial y temporal a la historia, situar a los personajes en un entorno reconocible y delimitar en cierto modo los cánones genéricos de la película. Su finalidad es por tanto informar de forma clara y precisa acerca de estos fundamentos narrativos. Por esta misma razón, su efectividad depende de la coherencia con la que este escenario esté construido respecto a estas mencionadas premisas. Valga decir que, en ciertas ocasiones, la difuminación de este escenario es un recurso narrativo en sí mismo: la creación de una especia de limbo abstracto, onírico o atemporal que dote de un sentido abstracto al fondo argumental del filme.

Por otro lado, el espacio entendido como lugar de actuación se basa en el concepto de tematización del escenario. Es decir, que su definición y caracterización intencionada sirve para conferir un pretendido protagonismo o conceder un destacado primer plano a la localización, interrelacionado con personajes y argumento. 

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